Sunday 7 February 2010

Here Comes The Sun





Su respiración me hizo cosquillas en el cuello, yo me removí perezosamente entre las blancas sábanas acercándome más hacia él sin darme cuenta. Estaba oscuro, pero podía vislumbrarlo a través de la negrura. No se asomaba ningún sol por la ventana, pareciere que había desaparecido ya hace bastante tiempo. Hacía mucho frío… No recordaba que era quemarme el rostro mirando hacia el sol, escuchándolo quejarse del calor de verano. A mí en lo personal no me molestaba demasiado.
El ronroneo del calentador empezaba a adormecerme de nuevo, pero yo no quería volver a dormir, no sin contemplarlo enteramente antes.
Estaba tranquilo, respiraba suavemente y movía un poco las cejas, detalle curioso que había notado ya hace tiempo. Tenía la boca ligeramente abierta, calentando mi nariz con un cálido aliento.
Sentía unas empalagosas ganas de besarlo, pero no lo hice, puesto que no quería perturbar su pacífico sueño.
Sentí los puños agarrotados en el momento en que intenté abrirlos. Abrí y cerré mis manos una y otra vez para recuperar sensibilidad, contemplando que cada día mi piel se volvía más y más pálida. Lo miré nuevamente y acaricié con cuidado su rostro. Él no se inmuto. Sólo suspiró audiblemente y movió su cabeza unas cuantas veces. Me volví a ver la pared color blanco (O negro, estaba oscuro) y vislumbré pequeñas manchas irregulares moviéndose de aquí para allá.
Me preguntaba qué hora era. Tal vez el hecho de que no hubiera sol se debía principalmente a que no era la hora de su aparición. Claro que no esperaba que surgiera más al rato. Pero de cualquier manera, como todos los días, albergaba una mediocre esperanza de que dejara de ser sólo un borroso círculo amarillento en el cielo, que pudiera calentar como antes lo hacía.
-Acéptalo, ya nunca va a salir. Estaremos en invierno para toda la vida-Me decía él con una sonrisa sarcástica al yo preguntarme cuándo aparecería el sol otra vez.
Yo me limitaba a sonreírle y abrazarlo sin saber por qué.
El hambre comenzaba a aflorar de mi estómago, haciendo sonidos guturales que pedían comida. El desayuno que normalmente él me preparaba, puesto que yo era un desastre en la cocina, debía esperar, él estaba aún dormido. O no realmente un desastre, simplemente no sabía hacer casi nada bien. Me pregunto por qué…
Me removí de nuevo, sintiendo la tela rozándose contra otra. Mi pijama era tan holgada que a veces la confundía con las sábanas. Creí que eso ayudaría a no sentir demasiado frío, pero parece que me da el resultado contrario. El hombre dejó de sentirse libre de usar de una a nada de prendas y ahora utiliza ropa holgada como yo. El invierno puede ser hermoso, pero es un dolor en el trasero, por lo menos para mí.
Suspiró de nuevo, eso me provocó ansias. No debía despertarlo, pero quería. Quizá era una hora indecorosa para despertarlo, después de todo no sabía qué hora era, quizá debía ir a revisar, quizá debía hacer mi propio desayuno, quizá debía esperar pacientemente, quizá no despertaría nunca…
Todas estas suposiciones me aburrieron y la última me molestó un tanto. Que no volviera a despertar era inaceptable, al diablo con el desayuno y la hora. Debía observarlo despertar como casi todos los días, abriendo sus ojos lentamente y con confusión, suspirando cansado, mirando hacia dondequiera que yo este. Debía ser perfecto como todas las mañanas o tardes. Debía ser mío como siempre lo ha sido. Debía besar mis labios y sonreírme, abrazar mi cuerpo mientras me volvía a besar, enredados entre sábanas blancas, empalagosa dulzura y felicidad. Debía ser como siempre. Así de perfecto.
Y ahora, remembrando tantas cosas, recuerdo que muchas veces lo he despertado… Qué tonta.
Me levanté lentamente para no despertarlo (aún) y lo miré una última vez. Entré al cuarto de baño y me miré por unos momentos. Mi cabello no estaba tan desordenado como en otros días, y mi ropa holgada… Seguía igual de holgada y blanca. Me mojé la cara para despertar de verdad y la sequé con una toalla. Entré de nuevo a nuestro cuarto. Él seguía dormido.
Subí a la cama y me arrastré lentamente hacia él, subiéndome infantilmente a su cuerpo. Se removió un poco. Yo puse mi cara frente a la suya, aún sobre él. Empezaba a enarcar las cejas y a suspirar como hace cuando se despierta. Lo besé primero en la mejilla y después en los labios. Él sonrió.
Me estrechó contra su cuerpo y me besó en los labios, tratando de abrir poco a poco sus ojos.
-Hola-Dije en un tono empalagoso.
-Hola-Me contestó de la misma manera.
Yo ensanché la sonrisa que ya se había formado en mis labios y lo besé de nuevo.
-Tienes hambre, ¿verdad?-Me preguntó él mirándome.
Asentí energéticamente.
-Bueno… Entonces vamos a desayunar-Dijo dándome palmaditas en la espalda.
Yo rodé hacia el otro lado y me paré de lado de la cama, esperando a que se levantase.
Quitó la sábanas que estaban sobre él, y salió de la cama, caminando hacía mi. Lo miré hacia arriba (era más alto por supuesto) y el me miró a mí. Levanté los brazos para que me abrazara y así lo hizo, me dio un dulce beso en los labios, mientras yo sonreía y dijo:
-Te amo
-Te amo-Yo contesté.
¿Por qué iba yo a necesitar el sol si él se encargaba de iluminar el camino y mantenerme caliente? ¿Por qué iba a necesitar un sol si yo misma era uno? Todo lo que necesitaba estaba ahí y ahora. El sol podría desaparecer por tanto tiempo quisiera, yo me mantendría en el Febril ardor de mi hogar. Con él.




This one's for us <3 I loves you :D


Sunday 3 January 2010

Blood



It's been a long time... But hey... I'm trying.... I hope you like it n.n


Scoff miró sin interés el reloj que marcaba la hora de la siguiente operación. Una operación muy sencilla, por cierto, sólo era cuestión de una hora… Quizá minutos. Nada complicado para el joven doctor de 27 años. Tenía que dirigirse hacia la sala de operaciones 2.

Los blancos y aburridos pasillos parecían cerrarse conforme daba más pasos hacia la sala de operaciones, donde la paciente con otros 5 doctores esperaban al cirujano cabecilla. Su cabello rizado y ya bastante largo, parecía rebotar en su cabeza mientras caminaba, cosa que adoraba.

Por alguna razón, le pesaba más de lo habitual el revólver que cargaba, atascado en el cinturón para que no se cayese.

Este hecho no le importó en absoluto, y palmeó unas cuantas veces el mango del arma que sobresalía del cinturón, sintiéndose orgulloso de cargar tal belleza.

La luz de la sala le lastimó los ojos al entrar, y los doctores hicieron caso omiso de su llegada. Se limitaron a seguir hablando entre ellos, y una de las doctoras le dedicó una mirada de asco a Scoff, y éste se la devolvió con placer. Sin querer, volvió a palmear el revólver, que se escondía debajo de la blanca bata.

*Cerda sucia* Maldijo para sus adentros.

La paciente estaba acostada en la camilla, impasible e indiferente ante la situación, sintiendo los efectos de la droga correr por su organismo para dormirla y operarla de una vez por todas. Movía la cabeza de vez en cuando, y miraba apáticamente a los doctores, que no dejaban de platicar entre sí.

Scoff caminó hacia los lavamanos, donde se encontraba otro doctor, enjuagándose el jabón de los dedos.

Abrió la llave y la fría agua empapó sus temblorosas manos.

El doctor ni siquiera lo percibió.

A veces, Scoff tenía la impresión de ser invisible. Pero no dudaba de su astucia, de la ventaja que tenía ante todos ellos por tener un arma en el cinturón, por ser el cabecilla, por estar ahí mismo donde pertenecía, por ser él mismo. Aunque no siempre le bastaba con ser él mismo. Los momentos de soledad llegaban con violencia y sin aviso. Todos esos idiotas en el cuarto eran extraños, diferentes a él. La medicina era todo en ese edificio, y no había nada más adelante. Eso lo asqueaba un tanto, vivir para una materia se le antojaba patético.

*Es mejor vivir por la sangre* Lo atajó un pensamiento impuro y extraño, pero que encajaba perfectamente con él.

Se concentró de nuevo en el jabón y reparó en que el doctor que antes estaba de lado de él se había unido a la plática de los demás.

Frotaba sus manos y el agua limpió toda la suciedad. El líquido se tornó rojo, espeso. Sangre en sus manos, deliciosa sangre en sus manos.

Parpadeó dos veces, pero sin respingar. Sabía que llegaría el momento de volverse loco, pero no sabía que de una forma tan original. El agua volvió a ser agua.

*Sangre…* Pensó.

El murmullo de los doctores se hizo más intenso, y empezaba a molestarle. Se dio la vuelta, secándose las manos con una toalla y decidió dar inicio a su trabajo.

-Ya, cállense todos-Dijo en voz más o menos alta y todos callaron.

Todos menos la mujer con cabello negro y largo, a la que Scoff había odiado desde la primera vez que le habló.

Él levantó una ceja en signo de irritación y ella entrecerró los ojos. Su cara le daba asco, igual que su existencia. La definía como orgullosa, excéntrica, egoísta y arrogante. Un jugoso trozo de carne al cual dispararle.

*Y la sangre* Pensó mirándola, sintiendo como ardía el revólver en el cinturón, rogando por ser usado.

La paciente se removió en la cama, y todos recordaron por qué estaban ahí. Para efectuar un trabajo.

Formaron un círculo alrededor de ella, y la observaron para revisar si ya estaba lista.

-No le falta mucho para dormirse, es cuestión de segundos-Dijo un doctor rubio que se encontraba de lado izquierdo de Scoff.

-Sí- asintió él.-Por cierto-Agregó-¿Qué íbamos a hacer con ella?

-Se intoxicó-Contestó otra doctora de ojos ámbar-Comió algo en estado de fermentación.

-Ah-Dijo Scoff.

Se detuvo unos segundos a ver a la paciente, no tenía más de 26 años y la piel tenía un tono verdusco gracias a la náusea. El artefacto que se utilizaba para dormirla le tapaba la nariz y la boca, pero podía distinguir sus facciones, y le parecieron familiares.

En la muñeca derecha tenia atado un cordón negro con una figura que parecía ser… Bueno, no estaba seguro de lo que era, pero intuía que era un animal, quizá una tortuga muy mal diseñada, o algo por el estilo.

El corazón le empezó a latir a velocidades extraordinarias, haciendo que su respiración se acelerara y le aparecieran gotitas de sudor en las sienes.

Nadie se movió.

Scoff acercó su rostro al de ella, y le quitó el utensilio para verla mejor. Los ojos le brillaban, y se abrían cada vez más conforme se acercaba.

Ella volteó la cabeza con gesto ausente y abrió con extrema lentitud los ojos.

Scoff creyó escuchar que alguien preguntaba su nombre, pero no le importó, puesto que era más importante lo que estaba a punto de descubrir que cualquier otra cosa.

Vislumbró sus ojos cafés, como los suyos, y supo que era ella, y que había acabado todo. El revólver calcinaba su piel por debajo de la bata, matándolo de dolor y placer al sentirlo.

*Y la sangre…* Pensó por última vez.

Ella abrió los ojos como platos, mirando el enloquecido brillo de los de Scoff tan cerca de ella. Y sabía quién era, y sabía que iba lo a suceder después. Era el final, era el final de todo.

-Tú…-Dijo ella con voz sofocada, inaudible.

Scoff tomó delicadamente su mejilla, con la delicadeza de un amante, y acercó sus labios a su oído. Ella quedó paralizada. Realmente, todo estaba paralizado en ese momento.

Deslizando una mano criminal hasta la bandeja donde estaba el bisturí, suavemente le dijo:

-¿Te acuerdas de mí, Abi?

Y el corazón pareció detenérsele en ese mismo momento. Abi sabía que… De esas palabras, ya no iba a haber más para ella. Y muy probablemente, para nadie en la habitación.

Scoff se lamió los labios.

Con agilidad, llevó el filo de bisturí hasta el cuello de Abi, y empezó a cortar, lentamente. El éxtasis lo embargó por todo su cuerpo, la sangre empezaba a brotar espesa y roja, tan bella, tan deliciosa.

Un grito de horror despertó a Scoff del trance y sintió como unas manos despreciables trataban de arrancarlo del cuerpo que con placer seccionaba.

El doctor rubio se abalanzó sobre él. Y el revólver de repente estaba ahí, en su mano.

Fue un disparo hermoso y limpio, no hubiera pedido más. Casi pudo escuchar el crujir de los huesos del cráneo del doctor al romperse por el paso de la bala. Un golpe en la cabeza, uno divino.

Los gritos no paraban. Y deseo callarlos.

Otro de los doctores, uno moreno intento hacer lo mismo que el primero, pero corrió la misma suerte. El disparo no fue tan bueno como antes, pero sirvió para matarlo, y también para complacer su sadismo. Con el cuello destrozado, el hombre cayó al suelo desangrándose.

*Pero yo no quiero esa sangre* Pensó mirando cómo se pintaba el suelo de rojo.

Faltaba un doctor y dos doctoras. A una la deseaba matar con toda el alma, por eso sería la última.

Calló por fin a los gritos, disparándole en el pecho a la mujer de los ojos ámbar, que no se callaba. Y la sala quedo en silencio. Su bata estaba salpicada de sangre, y la cara también. Scoff daba terror ese día, Scoff difícilmente era humano. Se lamió la sangre que tenía cerca de los labios y disfrutó.

La mujer odiosa de cabello negro yacía parada contra la pared, llena de sangre y con ojos anegados en lágrimas. El hombre que faltaba estaba bastante cerca de la puerta, a punto de salir.

-Ni se te ocurra por un segundo-Le dijo Scoff a éste.-De todas formas te voy a matar.

-¡No creas que pue…!

Scoff ni siquiera le molestó en darse la vuelta y le disparó, callándolo para siempre. Sólo se quedó mirando a ella, con una sonrisa indescriptiblemente atroz en los labios.

-Buenas noches. Perra.-Dijo por fin.

Y disparó. El disparo fue aún mejor que el primero… justo en la frente, dejándole un hoyo excelente y perfecto marcado para siempre, en su sucia y asquerosa cara. Estaba casi satisfecho.

Y todo eso pasó en menos de 2 minutos.

La sangre ya empezaba a manchar las sábanas cuando volvió con ella, a terminar con su trato.

Se veía pálida y sufría.

Scoff miró con fascinación ante la hermosura de la situación, teniendo a su cuerpo sangrante tan cerca y tan suyo. Sin dudarlo ni un segundo más, comenzó a beber.

El sabor de su sangre en su lengua no fue nada menos que un auténtico momento en el cielo, sabía que no podría parar, y no planeaba hacerlo hasta morir.

Sí, hasta morir.

Su cuerpo perdía lentamente su vida mientras Scoff bebía, sumergido en el placer. Antes de terminar, sintió como la débil mano de Abi se posaba en su cabeza, técnicamente acariciando su cabello. Sufría horrores.

-Ya casi, no te preocupes-Le dijo a la muchacha, enseñándole los dientes rojizos.

Tomó hasta saciarse. Y después notó que Abi ya no hacía ese movimiento inútil y miserable con los dedos, enredándose en su cabello rizado.

Ella ya no vivía, y eso era algo que Scoff no podía tolerar. Y aparte, ése era el plan, ¿no? Cuando Abi dejará de existir, su asesino la seguiría.

Estaba lleno, satisfecho, pero destrozado. Cualquiera hubiera pensado que decir “te amo” hubiera bastado. Pero esa era la manera de amar de Scoff, así terminaría todo.

Tomó el hermoso revólver que con tanto orgullo había cargado por tantos años, y apuntó a su deshonrada cabeza. La última bala le atravesó el cráneo. Y nadie sobrevivió ese día en la sala de operaciones 2. Nadie.

Sunday 24 May 2009

In Christopher's Memory.

Qué triste!!! Espero les haya gustado esta historia que tanto me maravilló a mi.

Y con ustedes, el último capítulo de "In Christopher's Memory"

Gracias por seguir esta historia, a las personas que la siguieron.

Ahora, por favor, disfruten:


Un Futuro Alzándose En El Horizonte.
1



Su mano tendida en la mía me hizo despertar de mi trance y me volvió a la cálida y por primera vez, indolora realidad.

-Entonces que dices?- Me preguntó apretando más su mano en la mía.
-Pero… Realmente quieres alejarte de… Esto?- Pregunté mirando hacia el crepuscular horizonte.- Digo… Aquí fue donde… Nosotros nos conocimos…

Las mejillas se me volvieron a enrojecer y noté como su sonrisa se expandía en su aún perfecto rostro.

-Sí. Lo quiero… Para… Evolucionar… Entiendes Leah? Lo quiero para los dos.
-Creo que es perfecto… C-Chris-stop-pher….

Las lágrimas se me salieron sin que pudiera evitarlo y él se volteo a mirarme inmediatamente. Vi miedo en sus ojos y me sentí culpable.


-N-no…-Dije sollozando- N-no s-e p-p-porque….
-Que tienes? Leah?-Preguntó asustado.
-E-es que… N-nunca creí q-que t-tu y… Y-yo…


Christopher lo entendió al instante. Lo entendía por qué tampoco creía que él y yo terminaríamos de esta manera. Y eso lo hacía tan feliz como yo… Tan feliz como para derramar lágrimas.


-Oh, mi ingenua dama- Dijo abrazándome- Tan tonta mi Leah… Tan tonta…
-L-lo s-s-siento….- Tartamudee.


No tarde mucho en poder controlarme de nuevo, pero sabía que Christopher no me volvería a soltar.


-Entonces… Nos iremos… Lejos de aquí Leah… Para empezar de nuevo… Sólo nosotros dos… Solos… Te parece bien?
-Creo que es simplemente perfecto.- Respondí más segura de lo que nunca había estado en mi vida.


Y ahí estaba… Un brillante futuro alzándose en el horizonte… Ante nosotros… Para siempre…
Christopher y yo… Seríamos para siempre.



En Memoria De Christopher.

Thursday 14 May 2009

Inconsciencia Divina.

Francamente, cuando hice este escrito lo considere muy malo, lo odie, no me gustaba así que lo deje olvidado por un poco de tiempo.

Ahora vuelvo al mismo escrito, y me parece tan bello... Tan lindo. No pude resistirlo y he decidido publicarlo para que ustedes mismo lo juzguen...


Honestamente... Creo... Estoy segura de que este escrito es inmensamente bello... Y ni siquiera está terminado. Iba a ser parte de una nueva historia que me he estado dedicando a escribir... Pero no pudo ser. Ahora solo es un fragmento sublime de mi consciencia.

(Hay una frase de Avenged Por ahí :D)

Enjoy!!!

:DDDD



"...Me has sonreído. ¿Sabes cuánto me apaciguo eso? El dolor era muy fuerte, el dolor era incesante… ¿Cómo es posible que tú, error de Dios, hayas podido apagar el fuego con sólo esa sonrisa? ¿Cómo es posible que yo, ángel o demonio, haya vislumbrado algo de salvación en tus ojos?

Me siento tan culpable por ser dichoso de tu existencia, me siento tan culpable por estar contigo… Sin embargo, he descubierto que me es imposible separarme de ti ahora. Eres la cura de mi sangrante herida, tú has acallado el dolor miles de veces, tú sola has convertido esa amargura en dicha, tú sola me has vuelto más un ángel que un demonio. Me convierto en alguien que jamás fui, ahora estoy listo para abrir los ojos… Pero sólo si tú estás ahí para tomar mi mano.

Me he encontrado sin esperanzas y sin una razón de vivir ese día que creí que te había perdido, ese día que creí que tu presencia jamás volvería encontrarse con la mía, ese día en que ni siquiera pude recordar la sonrisa que me levantó ese otro día, el día que no recordaba tu rostro… Tú eterno y bello rostro.
De repente, cuando estás hablándome, me pierdo en tus palabras y lo único que puedo divisar son tus ojos mirando en los míos, el gozo es demasiado para lo pequeño que se ha hecho mi corazón con el paso de los años, cuando estás cerca, crece de una manera increíble… Puedo sentir.
Temo cada día porque tu desaparezcas, me has durado demasiado, perfección absoluta, torpeza inevitable. Eres más original que todas esas personas que creí querer alguna vez: Tú jamás te vas.

Odio me por ser a veces ese arcángel negro que nubla tu visión, odio me por tu dolor, que rápidamente se convierte en el mío sumiéndome en ese mar negro de pesadillas al cual realmente pertenezco, pero del que tú me separas con tu benévola presencia. Con sólo una sonrisa, pequeña parte de cielo en el infierno, apagas ese dolor que tan fervientemente me quema y que casi siempre te hace sufrir, y puede que te este doliendo… Pero a mí me está matando.

Pretendo ser más fuerte que tú, pretendo saber qué es lo que a ti te acongoja… A ti no te basta con que te de las más obvias razones de tu existencia, a ti no te basta con saber la verdad, a ti no te basta con saber que yo te necesito (jamás te lo he dicho, simplemente veo en tus ojos que lo sabes), no te basta saber que eres perfecta, que eres real.

Yo me siento mejor con sólo escuchar tu voz...."